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Según el Fórum Salud Mental de Madrid, las drogas logran infiltrarse en los receptores del cerebro, generando grandes cantidades de dopamina al instante en que entran al organismo, sea inyectado, inhalado o fumado
Moisés BriceñoSegún el Fórum Salud Mental de Madrid, las drogas logran infiltrarse en los receptores del cerebro, generando grandes cantidades de dopamina al instante en que entran al organismo, sea inyectado, inhalado o fumado. Tal oleada de dopamina tiene una duración mayor, a diferencia de la que se obtendría de forma natural al comer o tener sexo.
El resultado del consumo de drogas es que el cerebro envía el mensaje a su organismo de repetir el consumo, por el “subidón” que siente, que lo percibe como positivo.
El principal receptor de las drogas es el sector del cerebro encargado de las recompensas, con un neurotransmisor tan potente como la dopamina, que está vinculada, entre otras cosas, al placer. El cerebro lo que interpreta es que lo positivo, relacionado con el placer y la recompensa, debe ser repetido. Sin caer en cuenta de los efectos secundarios que acarree.
Al tiempo, el cerebro consigue identificar la diferencia abismal de la lluvia de dopamina entregada gracias a las drogas y a la dopamina normal que se recibe por actividades rutinarias y naturales. Esto ocasiona que la cantidad producida de dopamina se reduzca, junto con los receptores de la misma. Aquí llega el círculo vicioso: ya el drogadicto no siente placer, incluso ni consumiendo la misma dosis de siempre. Se ve obligado a duplicarla cada vez más.
*Lee también: Las secuelas del alcohol sobre el cerebro
Aunque las drogas logran engañar al cerebro al asemejarse con un neurotransmisor por su composición química, al no ser naturales causan estragos en el funcionamiento normal y sano del cerebro. Las neuronas pueden enviar mensajes equivocados, lo que puede traer consigo efectos secundarios en pleno efecto de la droga consumida.
Las drogas más fuertes como la cocaína logran que las neuronas produzcan demasiados neurotransmisores naturales, o entorpezcan “el reciclamiento normal” de las sustancias químicas y naturales del cerebro, empeorando consigo la sinapsis (comunicación entre las neuronas). A la larga, trae efectos contrarios como mala memoria, ralentización.
Según el Plan de Adicciones y Drogodependencias de las Islas Baleares, existen tres tipos de drogas y todas afectan al sistema nervioso central. Entre ellas están:
1- Drogas depresoras: entre los efectos causados por estas drogas está la relajación, sensación de sueño que puede llegar incluso a causar un coma. Entre ellas se tiene el alcohol, la heroína, el opio o la morfina. El alcohol, por ejemplo, si se consume en dosis bajas, causa euforia. Si el consumo va aumentando, puede desmayar a la persona.
2- Drogas estimulantes: en este caso son caracterizadas por provocar paranoia y sensación de alerta en el consumidor, inhibiendo el apetito o el hambre. En esta tipología entran las anfetaminas, el cigarrillo (nicotina, tabaco) y la cocaína. En el caso del tabaco, al consumirlo distribuye 4.000 toxinas en cuerpo, desarrolla dependencia y además serias enfermedades de tipo broncopulmonar, cardiovascular e incluso cáncer.
3- Drogas perturbadoras: extraídas de forma “natural” es decir, entre la fauna o de la naturaleza. Puede ser de plantas, de hongos o replicando la estructura química de ellos mediante laboratorios caseros e ilegales. El más conocido es el cannabis, pero también entran el LSD y la mescalina, entre otros. Sus efectos alteran la percepción, las emociones y la correcta formulación de las ideas.
Entre las causas del consumo de cannabis se encuentra cierta paz, risas, lentitud del pensamiento y mantenerse en el hilo durante una conversación, enrojecimiento de los ojos, causa apetito, y si el consumo aumenta deliberadamente, hasta ser una adicción, altera la memoria, el aprendizaje, desmotiva.
Foto: Maurício Eugênio
Ahora se enlistarán las partes del cerebro que se ven afectadas por las drogas, especificando también con ejemplos de qué manera esto cambia radicalmente la vida diaria del consumidor:
1- Ganglios basales: esta parte fundamental del cerebro es la encargada de la motivación, relacionados con comer, socializar y tener sexo o en la creación de hábitos. Este circuito de recompensa (o de motivación, según sea el caso) se ve atrofiado en cuanto las drogas entran en él, provocando esa característica euforia cuando la droga entra al cuerpo. Si el consumo se vuelve un hábito, el circuito termina aceptándolo en su proceso “normal”, lo que reduce el impacto de estímulos naturales en su funcionamiento y provoca que el consumidor solo consiga placer mediante la droga.
2- La amígdala extendida: su misión es regular situaciones de alto estrés como el cortisol provocado por la ansiedad, la irritabilidad o la inquietud. Casualmente, se ve afectada cuando la droga se ausenta en el organismo por un periodo de tiempo más largo, que el de consumo “normal” o habitual.
Esto ocasiona la abstinencia, que provoca desespero en el consumidor hasta volver a drogarse. Al hacerlo, si aumenta la dosis, el circuito de ansiedad se vuelve más sensible: la abstinencia llegará antes, cada vez más fuerte, afectando a todo el cuerpo al punto de provocar malestares: sudoración, dolor de cabeza, temblor. El drogadicto se ve obligado a consumir ya no por gusto, sino para atenuar este dolor.
3- La corteza prefrontal: vale recordar que esta parte del cerebro es la encargada del criterio para pensar, planificar, afrontar problemas, iniciativa en la toma de decisiones o el control de cualquier impulso, es desarrollada hasta los 21 años aproximadamente. ¿Qué significa esto? Que si un adolescente se droga, serán peores los efectos en el desarrollo de la corteza prefrontal.
Si se analiza la manera en que están relacionados estas tres partes del cerebro en su funcionamiento sano, se comprenderá de qué manera afectan al consumidor de drogas cuando ha caído en la dependencia física y psicológica.
Los ganglios basales afectados disminuirán la sensación de placer ante actividades naturales que, en un funcionamiento sano, lo provocarían. Posteriormente, la amígdala extendida causará abstinencia, dolor y malestar cuando desaparezca la droga. Y al final, tal desespero será atendido con más droga porque la corteza prefrontal ya estará atrofiada, lo que impedirá un control del impulso.
En un estudio realizado en la Universidad de Málaga sobre el consumo de drogas en estudiantes, encuestaron a 1.121 alumnos (66,8% mujeres) con una edad media de 21 años, en el año 2007-2008, y los resultados arrojaron que 91,6% por positivo al consumir alcohol, 33,2% para cannabis. El tabaco fue consumido por 69,1% y 11,2% lo fuma diario. Dato adicional a tener en cuenta: 43,7% de los fumadores repitió asignaturas, mientras que 31,8% no lo hizo y no son fumadores.
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