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El primer partido como local de la historia del Girona en la Liga de Campeones, con el Feyenoord neerlandés, se saldó con una amarga derrota para el equipo de Míchel Sánchez
Agencias
El Real Madrid cayó derrotado contra el Lille (0-1) tras un gol de penalti en el minuto 48+ de Jonathan David, señalado por una mano dentro del área de Eduardo Camavinga, en la segunda jornada de la Liga de Campeones.
Los goles de Kerem Arturkoglu, en el minuto 12; Ángel Di María, de penalti en el 52; Bah, de cabeza en el 75, y Kokcu, con otra pena máxima en el 83, doblegaron al Atlético de Madrid, víctima contra el Benfica que lo superó de principio a fin, sin apenas una sola ocasión visitante en el duelo.
Por su parte, el primer partido como local de la historia del Girona en la Liga de Campeones, con el Feyenoord neerlandés, se saldó con una amarga derrota para el equipo de Míchel Sánchez.
El Lille bajó a la tierra al Real Madrid, fulminó el mejor registro sin perder de la carrera de Carlo Ancelotti, 36 partidos consecutivos, y castigó el mal partido de un equipo que tiene un problema lejos del Santiago Bernabéu y que sólo mereció el empate en los últimos minutos cuando se topó con Chevalier.
El Real Madrid no logra alejarse de la irregularidad. Lo que asomaba como mala tendencia de inicio de visitante, ya es un serio problema. Un solo triunfo en cinco salidas; tres empates y una derrota que hace tiempo no sufría.
Al mal sabor de boca de un derbi que dejó marchar en el último suspiro cuando se sentía vencedor, se le sumó la imagen de Lille. Una primera mitad sin ritmo en su juego, endeble en el balón largo tras poblar su centro del campo Carlo Ancelotti por la ausencia de inicio de Mbappé, y con una reacción tardía con más orgullo que fútbol.
Decidió ‘Carletto’ no forzar el regreso de Mbappé en el once, su referente y, a su vez, el jugador que ‘condiciona’ el sistema. El regreso al 4-4-2 ha dejado lagunas ofensivas.
Un Real Madrid que pisa menos área rival y chuta menos. Ya ocurrió en el Metropolitano y se confirmó en gran parte del duelo en el Pierre Mauroy. En todo salvo un arreón final de ese orgullo tan característico.
No hay ninguna excusa para el Atlético de Madrid, que cada vez que sale fuera de casa en la Liga de Campeones, salvo contadas excepciones, es un equipo menor, vulnerable, sobrepasado y acomplejado, como también lo fue este miércoles en su visita al Benfica, que lo zarandeó y devoró con el simple hecho de aprovechar los errores contrarios y contra el que ni siquiera exigió una parada de Trubin (4-0).
Ni su inversión millonaria ni el impulso de su convincente triunfo de la primera jornada contra el Leipzig en el estadio Cívitas Metropolitano ni las lecciones que debería haber aprendido ya desde hace tiempo como visitante en la máxima competición europea, despertaron la reacción de un equipo cuya supervivencia en este torneo depende de forma indudable de su rendimiento a domicilio. Si no mejora, la clasificación es una quimera.
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