"Adolescencia": la nueva serie de Netflix que reavivó debates sobre crianza y redes sociales

La serie "Adolescencia" expone la brecha generacional digital y cómo los adultos suelen malinterpretar el mundo real de los jóvenes

Cultura y OcioYusmary CocciaYusmary Coccia
Poster de la serie de Netflix "Adolescencia"| Imagen de Netflix.com
Serie de Netflix Adolescencia. Imagen de Netflix.com

En la diversidad de producciones que inundan las plataformas de streaming, pocas logran lo que Adolescencia ha conseguido: convertirse en un fenómeno cultural que trasciende el entretenimiento para instalarse como un urgente tema de conversación en hogares, escuelas y redes sociales.

Esta miniserie, con su narrativa cruda y su mirada sin concesiones, ha logrado trasladar el mensaje de docenas de artículos psicológicos y campañas de concientización a la gran pantalla digital: mostrar, sin filtros, el abismo que separa a los adolescentes digitales de los adultos analógicos.

La trama de esta serie de Netflix, ambientada en el mundo actual, sigue las vidas entrelazadas de un grupo de jóvenes que experimentan la búsqueda de su identidad, las relaciones sociales y la presión constante del mundo digital.

Lo que diferencia a esta producción no es su planteamiento original, ya que hay numerosas series sobre adolescentes, sino su capacidad para exponer con crudeza cómo los códigos de comunicación, los espacios de socialización y hasta los mecanismos de sufrimiento han mutado en la era de las pantallas omnipresentes.

Uno de los puntos en la serie que más ha llamado la atención para muchas personas es su retrato de la desconexión generacional. Muestra a padres amorosos, pero perdidos, educadores bienintencionados y desactualizados, y profesionales de la salud mental que luchan por aplicar teorías del siglo XX a problemas del siglo XXI.

Con estos precedentes, la serie logra que el espectador adulto se sienta tan desorientado como sus personajes, obligándonos a experimentar en carne propia esa sensación de no comprender las reglas del juego.

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Las actuaciones, particularmente las del elenco juvenil, aportan una autenticidad que estremece. Los diálogos, libres de la artificialidad, suenan genuinos y contemporáneos. Esto se debe en parte al trabajo de investigación detrás de cámaras, donde los creadores consultaron extensamente con psicólogos, educadores y, crucialmente, grupos de adolescentes reales.

Adolescencia marca una negativa a ofrecer la fáciles. No hay villanos claros ni héroes perfectos, solo personas adultas y jóvenes tratando de navegar una realidad que evoluciona más rápido que la capacidad del espectador para comprenderla. La serie se resiste a caer en simplismos, mostrando en cambio la compleja red de factores que contribuyen al aislamiento emocional de los personajes jóvenes, desde la presión académica hasta la atención en redes sociales, pasando por las expectativas familiares y la búsqueda de identidad.

Más allá de su valor como producto audiovisual, Adolescencia captura cómo la tecnología ha reconfigurado todos los aspectos de la vida adolescente, desde el cortejo hasta el conflicto, y cómo los adultos han quedado rezagados en esta transformación.

La serie no se limita a mostrar los peligros obvios como el cyberbullying, sino que explora terrenos más sutiles como la soledad en medio de la hiperconexión, la ansiedad por la validación digital, la dificultad para establecer límites en un mundo sin fronteras físicas.

El fenómeno cultural desatado por la serie habla por sí solo: foros llenos de padres preguntando cómo interpretar el comportamiento de sus hijos, escuelas organizando debates, profesionales de la salud mental usando fragmentos como material didáctico. Adolescencia ha logrado impulsar conversaciones reales sobre problemas reales.

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