Gastronomía del interior de Valencia: ocho pueblos donde el sabor mediterráneo cobra vida, según NatGeo

Descubre los pueblos del interior de Valencia donde tradición, producto local y sabor mediterráneo se unen en una ruta gastronómica inolvidable

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Gastronomía del interior de Valencia
Gastronomía del interior de Valencia

La riqueza culinaria de la provincia de Valencia no se limita a los sabores marinos. En los pueblos del interior, la cocina se expresa con fuerza a través de platos tradicionales como las olletas y los arroces, que conviven con influencias manchegas y productos de la huerta.

Esta zona reivindica una esencia culinaria propia, marcada por la frescura de sus ingredientes y el respeto por las raíces locales.

En estas tierras alejadas del litoral, la gastronomía se construye sobre una base de caza, brasas y viñedos, que aportan carácter y autenticidad a cada receta. Los pueblos del interior valenciano han sabido conservar una memoria culinaria que se transmite de generación en generación, ofreciendo una alternativa sabrosa y profundamente arraigada a la cocina costera.

Este enfoque gastronómico, centrado en la tradición y el producto local, convierte al interior de Valencia en un destino imprescindible para los amantes de la buena mesa.

National Geographic ha recopilado en una lista los pueblos del interior de Valencia cuyas propuestas culinarias destacan por la calidad, la diversidad y el respeto por el entorno, consolidando su identidad como uno de los grandes referentes del sabor mediterráneo más genuino.

1. Utiel

Quizá tanto monta o monta tanto. Utiel-Requena o Requena-Utiel, pues ambas nomenclaturas para la comarca que saluda al visitante cuando ya abandona La Mancha para entrar en la provincia de Valencia son válidas.

Aquí, por ejemplo, el vino es ley –tanto como para que tengan fama nacional los vinos de la DO Utiel-Requena–. Más allá del vino, Utiel se empapa de esa cocina de subsistencia en su recetario tradicional, donde la matanza hacía auténticas maravillas.

Más allá de ella, los platos de caza –donde no falta el gazpacho al estilo manchego– son también clásicos, que bordan en establecimientos como restaurante El Carro, aunque también manejan arroces y detallitos modernos bien medidos.

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Modernidad con sentido propone el chef Diego Álvarez desde el restaurante Santolina, acompañado en sala por Sara Marzo, con una carta que compagina mares y montañas con toques de cocina local. 

2. Bocairent

Se hunde Bocairent en la comarca del Valle de Albaida, mientras trepan sus casas por la cara norte de la Sierra Mariola. Aquí, casi en el límite con la provincia de Alicante, las pericanas y las olletas son fundamentales en la cocina doméstica, pero también los arroces de interior y la devoción por las carnes.

De ellas, por ejemplo, se da buena cuenta en el Mesón Gandía para servirlas a la parrilla. Cuchara indispensable espera en El Cancell, donde replican algunos de los hitos locales, como los gazpachos y las olletas, además de la citada pericana y un buen despliegue de arroces.

3. Ademuz

Singular es la localización aislada de Ademuz, cabeza de la comarca del Rincón de Ademuz, un exclave de la Comunitat Valenciana rodeado por Castilla-La Mancha y Aragón. Por eso, no extraña que en este curioso territorio la mesa tenga mucho de manchega y de aragonesa, razón por la que no faltan entre sus clásicos las gachas (a base de harina de maíz), los embutidos del aprovechamiento porcino o un dulce como el alajú.

Marcado por el cauce del Turia, que separa el pueblo de sus huertas, Ademuz se aprieta en la ladera del monte de los Zafranes, invitando a hacer un alto en alguno de sus sencillos restaurantes como El Refugio o dar cuenta de los bocadillos de La Cabaña.

4. Navarrés

Se desliza con disimulo, aunque con mucho sabor, la comarca de la Canal de Navarrés, en el interior valenciano con apenas ocho pueblos que se arraciman en torno al río Grande, ofreciendo una colección de pozas que hacen las delicias estivales de turistas y locales.

De delicias en la zona también saben, marcadas por esa herencia manchega, en la que tanto los gazpachos como el arroz al horno son muy protagonistas. En el propio Navarrés, una referencia básica para hablar de carne es Asador El Refugio.

De esmorzaret saben mucho en el Mesón Enguerino, en Enguera, capital de la comarca y, aunque suene extraño para una zona valenciana, en Anna, el Lar Galego, marca un buen paso gastronómico desde los años ‘90 con una carta sencilla y una potente oferta de vinos.

5. Náquera

Un Pantone verde expande Náquera, desparramándose desde la Sierra Calderona, entre huertas y montes, e invitando al senderista a encamarse a esta localidad serrana que apenas dista 25 kilómetros de la costa. De leyenda son los bocadillos del Asador Pastoret, donde raciones y entrepanes comparten telón con la brasa.

Originalidad y aire libre esperan en Cornucopia, un gastrobar de nuevo cuño al que no perder de vista y, si se habla de vistas y parrilla, conviene ‘salir’ de Náquera y tomar como referencia El Mosset de Serra, otro infalible para hablar de brasa. Pueblo arriba, Casa Granero, en pleno centro de Serra, los arroces y los gazpachos manchegos también merecen más de una visita.

6. Albaida

Discreto y entre huertas, Albaida, que bautiza a toda la comarca, sorprende con un término municipal pequeño, pero que varios secretos gastronómicos que justifican su presencia como gastropueblo. Una parrilla al estilo Getaria, pero valencianizada, es lo que pone en marcha Arturo Roig para desde A Roig Viu poner originalidad a la mesa local.

No está solo en el pueblo; Abel Llàcer y Maricarmen Martí desde Pur reivindican una esencia mediterránea con mucha huerta y frescura, arraigados al terreno, donde arroces y brasa también dan buena cuenta de su éxito. Y, sin salir del pueblo, las esencias arroceras aguardan con un clásico como El Calero, donde bordan la paella valenciana, que cierra un tridente infalible en un pueblo más que sorprendente a la hora de sentarse a la mesa.

7. Ayora

Más de la mitad de los residentes en la comarca del Valle de Ayora se concentran en su capital y, si hablamos de sentarse a la mesa, motivos no faltan para que así sea. Aquí siempre se ha presumido de un carácter serrano y pastoril que hace, por ejemplo, que se sienta orgullo local de la miel o de los gazpachos ayorinos, una versión del clásico gazpacho manchego, y de sus embutidos, algunos de nombres tan peculiares como perro o guarras, similar a las güeñas, con las que se aprovechaba hasta el último trozo del cerdo.

Sin embargo, Ayora también pone sobre el mapa algunos restaurantes indispensables. Pinea, el sueño evolucionado de Kiko Lázaro y Elisabet Navarro, es una de esas demostraciones de regreso exitoso al pueblo.

A la vuelta de la esquina, el restaurante La Hoz –dentro del hotel rural El Abu– ofrece raciones sencillas, carta compartible y algunos detalles de buena mesa (incluidos los gazpachos ayorinos) para insistir en la pernocta en Ayora. De clásicos, y de gazpachos, apuntar otra referencia es fundamental: Restaurante 77, donde además sirven carnes asadas y guisadas con un éxito más que notable.

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8. Requena

Requena abrocha este recorrido gastronómico por el interior de la provincia de Valencia. Si bien no es un pueblo, merece la pena recuperar para la causa, aunque supere los 20.000 habitantes, a esta localidad fronteriza entre lo manchego y lo valenciano si se habla de comer.

Por esa fidelidad al primer origen, en Requena abundarán gazpachos y ajoarrieros, así como el alajú, pero también arroces de cazuela y con judías verdes, muy a la manera levantina.

También brillan sus embutidos, con algunas especialidades locales que se encuentran con facilidad en establecimientos como Embutidos Encarna o la Carnicería Vergara. Ya con el morral de los recuerdos lleno, la originalidad del restaurante Meraki, liderado por Manuel Rodríguez, merece entrar en las recomendaciones.

Clásico e infalible, otro buen punto de partida en la localidad es El Yantar La Cocina de Pilar, con un interior excavado en previa que ya de por sí invita a acercarse. Periférico en cierto modo, pues está al pie de la antigua N-III, La Posada de Águeda invita desde sus comedores a desgranar perdices con alubias, arroces y potentes cucharas en un restaurante familiar donde todo queda en casa.

Como extra, para engalanar aún más la visita a Requena, el enoturismo no debe faltar en este recorrido, siendo Pago de Tharsys, Bodegas Hispano-Suizas o Chozas Carrascal tres de las bodegas que mejor representan el territorio y la cultura del vino en la zona.

 Con información de National Geographic

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