El auge de las niñeras multimillonarias: jóvenes abandonan oficinas por el "servicio privado"

Generación Z opta por ser niñeras y asistentes de élite con sueldos de hasta 250.000 dólares anuales

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nineras-multimillonarias-generacion-z-servicio-privadoGeneración Z opta por ser niñeras y asistentes de élite con sueldos de hasta 250.000 dólares anuales

En un escenario donde las oficinas dejaron de ser sinónimo de estabilidad y la inteligencia artificial (IA) compite por los mismos empleos, surge un fenómeno inesperado que está transformando el mercado laboral juvenil. Cada vez más jóvenes de la Generación Z abandonan las carreras tradicionales para convertirse en niñeras, asistentes personales o chefs privados al servicio de familias ultrarricas.  

Con salarios que alcanzan entre 100.000 y 250.000 dólares anuales en Estados Unidos (EEUU) —y hasta 150.000 libras en Reino Unido—, el llamado “servicio privado” se consolida como una de las industrias más rentables y exigentes del momento, sostenida por el auge de una riqueza global que multiplica mansiones, megayates y aviones privados, y que demanda personal dispuesto a vivir la vida de otros, sin pertenecer nunca del todo a ella.  

Ejemplo de ello, es Cassidy O’Hagan de 28 años quien, en una villa privada sobre las aguas turquesas de las Maldivas, corre la cortina del dormitorio para comprobar si el niño sigue dormido. No está de vacaciones ni de luna de miel: está trabajando. Horas antes, la familia había aterrizado en un jet privado procedente de Nueva York, y ella viajaba como parte del "equipo de cuidado infantil".  

Lo que para muchos jóvenes podría parecer un sueño inalcanzable, para ella —y para un número creciente de personas de su generación— representa la alternativa más sólida frente a un mercado corporativo que perciben como roto.  

Este giro laboral, lejos de ser anecdótico, se está convirtiendo en una tendencia global que redefine las aspiraciones profesionales de miles de jóvenes.

El auge de las "niñeras multimillonarias"

Según Business Insider, jóvenes de la Generación Z están abandonando carreras tradicionales para trabajar en el mundo del llamado "servicio privado": desde asistentes ejecutivos y administradores de casas hasta choferes, chefs o niñeras para familias con patrimonios ultraelevados.

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Diferentes reportajes describen sueldos que van de 100.000 a 250.000 dólares anuales para niñeras y asistentes personales en Estados Unidos, y 150.000 libras o más en Reino Unido, como documenta The Guardian. Incluso existen situaciones extremas: Fortune describió una oferta de casi 240.000 dólares para un tutor que prepare a un niño de un año para su futuro ingreso en Eton o en una universidad de élite.

El mensaje entre líneas es claro: el servicio doméstico de alto nivel se ha convertido en uno de los sectores laborales más rentables, dinámicos y competitivos del momento.

Detrás del auge hay una explicación evidente: la riqueza global se ha multiplicado. A ello se suma lo que UBS denomina "el auge del millonario común": 52 millones de personas en el mundo poseen entre 1 y 5 millones de dólares en activos invertibles.

Toda esta riqueza necesita personal: mansiones, aviones privados, megayates y extensas carteras de residencias requieren equipos enteros para funcionar.

En ciertos epicentros de riqueza, la demanda se ha disparado hasta lo absurdo. The New Yorker documenta que en Palm Beach —convertido últimamente en laboratorio del capitalismo extremo— los salarios de niñeras superan los 140.000 o 160.000 dólares anuales, con vivienda parcial incluida, bonos y jornadas interminables.

La economía, literalmente, se está reconfigurando alrededor de quien puede pagar para delegar cualquier tarea imaginable.

La otra mitad de la ecuación está en los jóvenes. Según el informe de Deloitte, solo el 6% aspira a un puesto directivo. Buscan equilibrio, realización personal y estabilidad emocional. No obstante, como muestra una encuesta de Bankrate, sus expectativas financieras han aumentado: muchos creen necesitar salarios cercanos a las seis cifras anuales para sentirse "libres" o "cómodos" económicamente. 

La realidad de la contratación, sin embargo, avanza en dirección opuesta: dificultades para encontrar empleo, salarios de entrada que no cubren alquileres y empresas donde la IA ya reemplaza tareas humanas.

Enterrados en este contraste, muchos jóvenes están optando por trabajar para el servicio privado: dinero, estabilidad, viajes, beneficios y —para algunos— la sensación de hacer un trabajo más humano que cualquier Excel.

El precio del lujo: lo que no aparece en Instagram. Detrás de las cifras extraordinarias y las fotografías junto a piscinas infinitas, la realidad es más compleja. Según testimonios recogidos por Business Insider o The New Yorker, estos empleos son tan lucrativos como exigentes.

Las jornadas pueden superar las 70 u 80 horas semanales, y durante los veranos o las giras internacionales rozan las 100. La "disponibilidad absoluta" —24 horas al día durante semanas consecutivas— es la verdadera moneda de cambio.

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Y es que el lujo no aligera la carga: la intensifica. En algunos casos, las niñeras vuelan en primera clase, participan en cenas exclusivas o se alojan en suites de hoteles de cinco estrellas. En otros, como explica The Guardian, comen aparte, vuelan en clase turista mientras los padres lo hacen en business o deben seguir protocolos estrictos sobre cómo entrar en una habitación, dónde colocarse, qué decir o qué no decir.

The New Yorker documenta acuerdos de confidencialidad, control de redes sociales, manuales domésticos y normas sobre vestimenta, horarios o incluso el tipo de calzado permitido en determinadas estancias.

El personal vive "al borde de la intimidad y el anonimato": conocen todo, pero no pueden contar nada. Y todo ello deriva en un coste muy alto a nivel emocional. Muchas niñeras reconocen que este tipo de empleo hace casi imposible tener hijos propios, mantener una relación o construir un círculo social estable. Una de ellas lo resume así, citada por el mismo medio: "Es vivir la vida de otros, no la tuya".

¿Hacia dónde va todo esto?

Palm Beach, Londres, Nueva York, Los Ángeles, Dubái, Mónaco. Las geografías se repiten: allí donde llega la riqueza, aparecen las agencias, las listas de espera y la competición por el mejor personal. En algunos lugares, la presión es tan intensa que el personal cualificado es escaso incluso en medio de cientos de solicitudes. Las familias quieren experiencia, discreción, profesionalización y, cada vez más, formación universitaria. 

El servicio doméstico ha dejado de ser un empleo: se ha convertido en una carrera. Pero con esa profesionalización también crece la distancia. Son trabajos que exigen estar dentro sin ser nunca parte del dentro. Cercanía sin pertenencia. Intimidad sin reciprocidad. Una frontera silenciosa que define la era.

Mientras tanto, a otra mitad del sector del cuidado sigue atrapada en salarios que apenas permiten vivir. El contraste es brutal: el mismo sistema que eleva a una niñera a 200.000 dólares relega a otra, fuera del circuito de la élite, por el salario mínimo.

Con información de Xataka

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