España dice adiós al topless

Si bien la propia Generalitat y la Ley 15/2022 integral para la igualdad de trato y la no discriminación defienden el derecho de las mujeres de hacer topless tanto en la playa como en las piscinas, las interesadas sienten que hay que pensar en la privacidad

Actualidad Sala de redacción
Topless
Foto: Tele Cinco

El topless ya no se lleva. Esta es la realidad de las playas de España. A simple vista se puede observar como cada vez menos mujeres llevan los senos al aire. Un cambio impulsado, principalmente, por las nuevas generaciones que se sienten más cómodas y más protegidas yendo tapadas.

Apenas hace unos años la tendencia era distinta. No obstante, actualmente, las mujeres se lo piensan más antes de hacer topless. Las principales razones son la salud, la presión estética y la seguridad personal.

“El bikini te protege de miradas incomodas y, sobre todo, de las fotografías”, admite Virginia, de 22 años

“La primera vez tuve problemas en la piel… Y, además, me sentí incómoda, por eso no repetí. Cada una tiene una sensibilidad distinta, quizá antes no se le daba tanta importancia porque estar con los pechos al aire se veía como una libertad más. Pero hay que tener cuidado porque no sabes cómo va a reaccionar tu cuerpo”, explica Marina, de 24 años.

En la misma línea, Alicia, de 20 años, afirma que para ella es algo inseparable de la salud: “Mi madre tuvo cáncer de pecho. Este recuerdo me basta para saber que nunca haré topless”.

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Por otro lado, también hay que tener en cuenta los patrones estéticos del momento. “Me veo mejor con bikini. Tengo muchas amigas que dejaron de estar con los pechos al aire porque se sentían expuestas e, incluso, inseguras. Antes no era así. Para nuestras madres nunca fue problema”, dice Isabel, de 32 años.

“Las mujeres que aún hacen topless, suelen tener más de 40. Es decir, son las que hacían topless en los ochenta. Para ellas se trataba de una reivindicación contra el puritanismo y la censura de la época franquista. Sus hijas heredaron esta práctica y la normalizaron”, explica Patricia Illa, socióloga y miembro de la junta de Feministes de Catalunya.

“Para mí el bikini es sinónimo de comodidad, yo tengo mucho pecho y, la verdad, una prenda que te sujete el seno es mejor”, explica Cristina, de 53 años, que añade que “ para mi generación el debate era entre taparse o no. Nunca sentí presión al respecto”. Ahora las cosas han cambiado, Laura, de 28 años, indica que “ir destapada es más cómodo, pero solo lo hago en la piscina de mi casa. En la playa no me siento bien haciéndolo. Hay comentarios que prefiero no oír”.

Tras este cambio hay “la imposición de unos cánones estéticos, relativos a la forma y el volumen de los pechos de las mujeres. Estos cambiaron radicalmente la percepción de la práctica del topless”, considera Illa. La socióloga explica que “estos nuevos cánones y un proceso de democratización de las cirugías estéticas (cuyos precios se hicieron más accesibles), hicieron que las mujeres empezaran a cuestionarse si su pecho es digno de ser lucido en público”, añade.

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Si bien la propia Generalitat y la Ley 15/2022 integral para la igualdad de trato y la no discriminación defienden el derecho de las mujeres de hacer topless tanto en la playa como en las piscinas, las interesadas sienten que hay que pensar en la privacidad. “Nuestra generación ya no suele hacer topless. De hecho, ninguna de mis amigas lo hace”, desvela Virginia, de 22 años.

Esta chica insiste en que las nuevas tecnologías y algunos comportamientos y actitudes influyen mucho en esta decisión: “Hay miradas que prefieres evitar y, peor aún, que te hagan fotos. Nunca sabes dónde puede ir a parar estas imágenes y da miedo”.

La socióloga Illa recalca la necesidad de hablar de la violencia sexual que sufren mayoritariamente las niñas y las mujeres.

“Las imágenes de mujeres hipersexualizadas han pasado de la industria pornográfica a dominar todo el ámbito mediático. Esto no solo influye en la percepción del cuerpo femenino, sino que nos coloca en situaciones de vulnerabilidad”, concluye esta experta.

Queremos evitar que nos graben o que nos miren cómo si nunca hubieran visto unos pechos. Preocupa pensar que estamos perdiendo seguridad en algo que antes no representaba ningún problema. El retroceso social que estamos viviendo es alarmante”, lamenta Mariona, de 24 años.

Con información de La Vanguardia 

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