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La marcha pretende reimpulsar el movimiento juvenil en Cataluña y atrae a 200 entidades, según la organización
Sala de redacciónSalud. Tierra. Futuro. Con estas tres ideas principales casi 2.000 jóvenes salieron el sábado a las calles de Barcelona para reivindicar sus derechos y reclamar unas perspectivas dignas de vida. “En unas condiciones de no futuro, como jóvenes nos toca salir a la calle”, terció Miquel Roca, portavoz del colectivo 8J, al que se han adherido unas 200 entidades, según los convocantes. La marcha, en todo caso, terminó convirtiéndose en un clamor contra el turismo de masas.
El acto se convirtió rápidamente en un punto de encuentro de la izquierda juvenil en la que cupieron todas las reivindicaciones: ecologismo, vivienda, turismo, trabajo, pacifismo, anticapitalismo, Palestina. Juventud en toda su amplitud. Para conseguir el mayor número de apoyos, la organización planteó un manifiesto “de mínimos”, como explicó Roca.
Que nadie encontrara motivos para quedarse fuera. “Nos encontramos en un contexto de crisis ecosocial sin precedentes”, añadió Roca. Sus palabras, antes de empezar la marcha, contenían un mensaje de inquietud ante la tendencia social y geopolítica de los últimos años. “Estamos aquí para reclamar acciones ante la incertidumbre de lo que nos viene”.
No parece sencillo ser joven en un contexto en el que la edad media de emancipación en España supera los 30 años, cuatro más que la media europea; y en el que el paro juvenil sigue estando muy por encima que el resto del continente a pesar de la mejora evidente de los últimos años. “Solo queremos construir un mundo en el que vale la pena vivir. No podemos seguir pensando en mantener un crecimiento económico permanente cuando el planeta tiene recursos finitos”, subrayó el portavoz.
Convocada a las siete de la tarde en Arc de Triomf de Barcelona, la concentración pretendió esconder su recorrido hasta el final, pero la policía fue guiando desde el principio a la comitiva por delante. La marcha no empezó hasta las 19.30 entre petardos y botes de humo y un clima reivindicativo. “La lucha de la juventud es el futuro de nuestro pueblo”, clamaron en su arranque. Durante el recorrido, cánticos, bengalas, banderas al aire y grafitis de una decena de encapuchados a una tienda Starbucks.
La manifestación se planteó como un punto de inflexión del movimiento juvenil. Sin grandes muestras de músculo callejero en los últimos años, especialmente tras la crisis sanitaria, la convocatoria ofrecía la posibilidad de articular de nuevo el movimiento.
Quizás por las expectativas generadas (había decenas de medios gráficos y la manifestación llevaba meses preparándose, según los mismos organizadores), nadie supo responder al principio si la asistencia cumplió con la ilusión generada. La organización cifró el acto en 3.000 asistentes y la Guardia Urbana, en 1.700. “Siempre dicen que no nos movilizamos, y no es verdad. Es un muy buen punto de partida cuando se insinuaba cierta desafección. Somos muchos jóvenes”, respondieron al final desde la organización a modo de balance.
Nada parece ilustrar mejor la contradicción que vive Barcelona con el turismo que la presencia de móviles y más móviles que gravaban el avance de los jóvenes por plaza Catalunya y La Rambla.
Mientras la manifestación gritaban Tourist go home, los turistas sacaban fotos encantados de ver aquella expresión popular que les interpelaba directamente, probablemente sin saberlo. Y como el recorrido era tan céntrico y los coches seguían circulando, las aceras quedaron pequeñas entre jóvenes antisistema y visitantes que cargan bolsas llenas de compras. Capitalismo y anticapitalismo en una misma baldosa. Ocurrió lo mismo en La Rambla. Terrazas, sangrías, paellas en plena manifestación popular.
La marcha juvenil llega en un momento en que el Ayuntamiento de Barcelona busca potenciar la marca de la ciudad a través de los eventos deportivos. Acogerá a partir de octubre la celebración de la Copa del América de vela, competición que genera cierto rechazo social. El año pasado acogió la salida de la Vuelta a España y ahora última la llegada del arranque del Tour de Francia; mientras sigue abierto el debate sobre la ampliación del aeropuerto.
Y el Parlament se forma este lunes con el Hard Rock en el horizonte. “Las instituciones siguen una lógica capitalista y otorgan más valor a la construcción de grandes infraestructuras que a la dignificación primario”, denuncia la organización, que cerró el acto cerca del monumento a Colón.
Con información de El País
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