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Las herramientas de inteligencia artificial generativa son capaces de convertir una imagen mental en una imagen concreta con sólo pasar un texto a foto o vídeo, materializando la fantasía de ser capaz de tener sexo cómo y con quién uno quiera: desde el compañero de escuela o del trabajo hasta el o la cantante más famosos del momento
Actualidad Sala de redacciónLa inteligencia artificial ha desembarcado en las experiencias sexuales y ya interacciona con la intimidad humana tanto ofreciendo consejos sexuales como materializaExpendo las fantasías y deseos más íntimos e inconfesables.
No sólo se han multiplicado los juguetes sexuales a medida sino también el menú de prácticas sexuales en las que el cuerpo y la realidad dejan de ser una limitación y caben todas las formas de sexo posibles con pocas restricciones y dilemas éticos o morales porque en torno al mundo virtual hay pocas normas y, en ciertos países o ámbitos, ninguna.
Las herramientas de inteligencia artificial generativa son capaces de convertir una imagen mental en una imagen concreta con sólo pasar un texto a foto o vídeo, materializando la fantasía de ser capaz de tener sexo cómo y con quién uno quiera: desde el compañero de escuela o del trabajo hasta el o la cantante más famosos del momento.
Hay modelos de IA generativa que crean imágenes hiperrealistas basadas en fantasías eróticas, y otras que permiten crear pornografía a medida a partir de imágenes o vídeos que no lo son. “Hasta las imágenes que te tomen las cámaras de una gasolinera pueden servir hoy para que alguien se monte una peli porno con tu imagen”, ironizan los desarrolladores consultados.
Pero no todo es porno. En torno a la inteligencia artificial generativa está brotando toda una industria del erotismo sintético. Algunos informes indican que 10% de las charlas que se mantienen con bots conversacionales son de contenido erótico. Y hay aplicaciones específicas, como Bloom, un chatbot que responde a mensajes sexuales con audios eróticos con el tono de voz, el lenguaje y el personaje ficticio que el usuario desee en cada caso, proporcionando así la posibilidad de practicar sexting y juegos de roles sin necesidad de tener una pareja sexual interesada en ello.
Otro ejemplo es Pirr, la inteligencia artificial de una compañía sueca que ayuda a crear historias eróticas a partir de las fantasías de la persona interesada.
“Muchas aplicaciones ofrecen ahora chatbots con inteligencia artificial que permiten mantener conversaciones íntimas muy atractivas para el usuario, que en algunas puede incluso crear sus propios avatares para interactuar por texto o voz”, asegura Fabian Schmolck, director de soluciones de IA de Lovehoney Group, empresa que lidera el negocio de juguetes sexuales, lencería y regalos eróticos a través de Internet.
Precisa que, sin embargo, su enfoque no es el ofrecer contenidos eróticos para sustituir experiencias humanas por artificiales sino “ofrecer consejos personalizados sobre sexualidad para mejorar la intimidad de la vida real”, por ejemplo aprendiendo cómo comunicar sus fantasías a su pareja. Y ello porque, dice Schmolck, el impacto de la inteligencia artificial es polifacético: “Aunque puede proporcionar espacios seguros y libres de juicios para la exploración sexual y el autodescubrimiento, existe el riesgo de que disminuyan las conexiones con el mundo real y las interacciones humanas”.
"El erotismo a la carta engancha y eso provoca fatiga y desinterés en las relaciones reales, más imperfectas". Jordi AlbóDirector científico Lighthouse DIG, investigador robótica afectiva
Jordi Albó, director científico de Lighthouse DIG y especialista en IA y robótica afectiva, también expresa esta preocupación sobre que un exceso de personalización de la IA pueda conducir a un exceso de individualismo.
“Lo que hace este erotismo o pornografía a la carta es aumentar aún más la motivación de estar pegado a esas historias, y eso provoca fatiga y desinterés en las relaciones reales porque son más imperfectas o porque tu capacidad de excitación con parejas reales ha disminuido”, comenta.
Asimismo, advierte que esto puede llevar a muchas personas al aislamiento afectivo, a la insatisfacción y la depresión.
Por su parte, el investigador Icrea y profesor de Filosofía de la Ciencia y la Computación, IA y Robótica de la UAB Jordi Vallverdú considera que estos sistemas “que macdonalizan el placer y que te proporcionan lo que te gusta y como te gusta, generan una ultratiranía de lo sexual y una obsesión por ciertas prácticas que luego en el mundo real quizá son irrealizables o menos satisfactorias”.
De ahí que vislumbre que el fucking apart together (el sexo individual en parejas estables, por analogía del living apart together) acabará imponiéndose en muchas relaciones.
“¿Para qué voy a preocuparme de si he comido o no ajo, o a discutir con la otra persona porque no le apetece tener relaciones en este momento o no le gusta cierta práctica, si lo digital me lo resuelve?”, señala Vallverdú.
Ya hay chatbots de IA que facilitan conversaciones eróticas personalizadas
Schmolck cree que se trata de encontrar el equilibrio: “Podemos utilizar estas herramientas para entendernos mejor a nosotros y, como parejas, usarlas para iniciar una conversación o mejorar la exploración mutua; pero hemos de tener cuidado de no dejar que la IA sustituya la conexión emocional, que es la clave de una relación”.
Vallverdú coincide en que las relaciones sexuales implican un aprendizaje y las herramientas de erotismo sintético amplían las posibilidades de encontrar cosas que se acomoden a la naturaleza y el deseo sexual de cada cual, aunque también advierte que no siempre es positivo orientarse solo a lo que uno quiera y tener siempre lo que se quiere.
“No se trata de ser moralista, sino de tener en cuenta que cuando interactúas con personas lo haces mediante ensayo y error y aprendes más cosas, incluido dónde están los límites u otras opciones de liberar el deseo, mientras que si interactúas con un sistema que hace lo que tú dices hay menos aprendizaje, te quedas en tu nicho y no avanzas”, explica.
En este sentido, cree que las herramientas de IA en realidad crean arquetipos a partir de ciertas fantasías del imaginario colectivo y fomentan un mayor consumo pero atrofian las fantasías propias y el deseo sexual abstracto, que se vuelve más pobre.
El especialista en robótica afectiva Jordi Albó apunta un riesgo adicional: que se confunda ficción y realidad porque la ficción que plantea la IA se parece demasiado al mundo real.
“Si generas historias al límite de lo correcto o con conductas de abusador o violador, me preocupa que llegues a naturalizar y normalizar esos comportamientos dañinos y creo que se tendrá que regular de alguna forma; ya hay una empresa de robots sexuales que los programa de forma que si el robot detecta abusos o un comportamiento agresivo dice que no, porque hay estudios que indican que si alguien maltrata a un robot social es que es un peligro para la sociedad”, enfatiza.
Más allá de su impacto en las relaciones, el contenido erótico generado por IA tiene implicaciones éticas y legales muy relevantes. Los algoritmos pueden crear vídeos o imágenes sexuales hiperrealistas en que aparezcan personas que no han dado su permiso, comprometiendo su imagen incluso desde el punto de vista laboral.
“Quizá el usuario fantasee con el vecino pero a este no le haga ninguna gracia que juegue con su cara o su cuerpo en vídeos eróticos”, ejemplifica Jordi Vallverdú.
El filósofo advierte además de las implicaciones para la privacidad para los propios usuarios: “Todas las empresas, grandes y pequeñas, tienen agujeros de seguridad o sufren hackeos, y no sé si las personas están dispuestos a que se sepan sus fantasías más pervertidas”.
Desde el punto de vista ético, plantea si se ha de permitir que se materialicen, aunque sea de forma sintética o artificial, parafilias que rozan lo ilegal o las fantasías de los pedófilos.
​En esta línea, el director de soluciones de IA de Lovehoney Group, Fabian Schmolck, asegura que en el ámbito de la sexualidad la IA debe desarrollarse con cuidado y asegurándose de que empodera a las personas y mejora las relaciones, sin caer en la explotación ni fomentar comportamientos poco saludables.
“Las personas deben tener el control sobre sus datos y los creadores de estas herramientas deben garantizar que los contenidos que generan respetan la dignidad humana, el consentimiento y las normas éticas”, concluye.
Con información de Diario Artificial
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