El pueblo más bonito para visitar en octubre está en Huesca, según National Geographic

Ubicado en la comarca del Somontano de Barbastro, en la provincia de Huesca, la revista National Geographic ha nombrado a este pueblo-fortaleza como el más bonito al que escaparse en octubre

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Huesca - Foto Nat Geo - Isabel García
Foto: National Geographic/Isabel García

En el parque natural de la Sierra y los Cañones de Guara, este pueblo no es ni el más grande ni el más antiguo, pero se ha ganado el título de capital esteta de toda la comarca del Somontano de Barbastro.

Su fachada urbana suspendida en una ladera y coronada por una fortaleza-colegiata esconde un entramado encantador de callejones empedrados, conectados a su vez por pasadizos que exprimen el escaso espacio disponible. Y donde ya no se puede construir más, aparecen miradores asomados al precipicio del Vero, invitándonos a bajar a conocer sus famosas pasarelas.

Los mallos son una de las señas de identidad de la Sierra de Guara, unos conglomerados calizos exentos que se mantienen casi milagrosamente sin apoyos y que hacen las delicias de los escaladores.

También lo son los estrechísimos cañones fluviales que profundizan en el terreno, y que incluso llegan a perderse de vista para seguir su curso en el subsuelo. Con este panorama, pocos elegirían semejante laberinto calcáreo para cruzar del valle del Ara al del Ebro, pero el origen de la villa está precisamente en la defensa de este paso descabellado, y el de su colegiata, que deja con la boca abierta.

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Es tan obvio que a la mayoría se nos pasa por alto, pero Alquézar, el bonito pueblo al cual nos referimos, proviene de la palabra árabe al-qasr, o sea, alcázar.

Y es que la hoy Colegiata de Santa María la Mayor se erigió originalmente, allá por el siglo IX y por orden de Jalaf ibn Rasid, como un castillo árabe para frenar el avance cristiano desde el norte, que pretendía alcanzar Barbastro. La fortaleza consiguió su cometido… hasta 1067, cuando el hijo de Ramiro I logró esta conquista que hoy se antoja imposible, y entonces la fortaleza comenzó su mutación.

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Foto: National Geographic/Isabel García

Un claustro inesperado 

Del alcázar árabe apenas se conserva un torreón y la muralla, y es que, una vez que el frente en disputa entre moros y cristianos se fue desplazando hacia el sur, Alquézar perdió su valor estratégico. Fue entonces cuando el rey invitó a una comunidad de canónigos agustinos que, en el último año del siglo XI, comenzaron a construir una colegiata románica en el interior de la fortaleza.

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Foto: National Geographic/Isabel García

Tampoco se conserva gran cosa de aquella construcción original, pero en el claustro todavía podemos ver algunos capiteles fascinantes del siglo XII como el de la creación de Adán, el de la tentación de Eva o el del Diluvio Universal.

Hay quien especula diciendo que, por ser de planta trapezoidal, el claustro sería de inspiración islámica. Quizá buscan darle una razón a su ambiente mágico y a su toque de exotismo. Pero este no es el único que adapta su forma a los caprichos del terreno por estas latitudes, ni incluso al norte de los Pirineos.

La clave quizá está en ese perímetro de columnas pareadas con arcos de medio punto y rodeado por frescos con escenas del Nuevo Testamento. El actual es ya una reconstrucción del siglo XVI que sigue las tendencias de un estilo tardo gótico, pero que todavía se aferra a algunos detalles románicos. 

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La compleja ubicación de Alquézar hace que solo haya un acceso por carretera al pueblo. Un acceso que es su mejor carta de presentación, sobre todo desde el Mirador Sonrisa al Viento, donde la escultura de unos labios sonrientes apuntan a su fachada urbana con la muralla del viejo castillo deslizándose por la cresta montañosa como por el filo de una navaja.

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Foto: National Geographic/Isabel García

Bajo esta, una colección caótica de casas rojizas se asemeja a uno de esos cuadros cubistas. Y nos recuerda a una especie de Albarracín en miniatura.

El recuerdo turolense también nos sobreviene paseando por las calles de un entramado urbano que se conserva original, como hace mil años, sometido a los caprichos de un terreno escabroso, y en el que las calles siguen el curso que mandan las curvas de nivel.

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Por eso el callizo o pasadizo es una de sus soluciones más características: callejones cubiertos que servían para enlazar unas calles con otras, para resguardarse de las inclemencias, pero también para ganar espacio construyendo habitaciones extra sobre las viviendas e incluso enlazándolas desde calles enfrentadas.

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Foto: National Geographic/Isabel García

El más famoso de los callizos es el Pasador de Casa Lailla que, por su pavimento de roca viva desgastada (de tanto ser pisoteada), le llaman la “eslizadera”. El callizo se ubica muy cerca de la plaza porticada de Rafael Ayerbe, lugar de celebración de ferias y mercados desde que en 1528 Carlos V concedió privilegios a la villa. Cerca, podemos asomarnos al que probablemente sea el mejor mirador del cañón del río Vero. Y desde aquí, comenzar la ruta por la que todos vienen hasta Alquézar: la de sus pasarelas.

Los barrancos de Guara

Alquézar se ubica en el último de los cañones que perfora el río Vero sobre la maltrecha Sierra de Guara. Por la sierra hay montones de desfiladeros, más accesibles o inaccesibles, que hacen de este paraje una meca del barranquismo y la escalada a nivel europeo.

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Foto: National Geographic/Isabel García

El barranco del Vero a la altura de Alquézar es, de lejos, el que conjuga mejor la accesibilidad y la espectacularidad gracias a unas pasarelas que tienen su origen en la construcción de una hidroeléctrica a comienzos del siglo XX, y que hoy se han convertido en uno de los mejores productos turísticos de Huesca.

La ruta de las pasarelas de Alquézar consiste en un circuito de unos 3 km en el que hay que salvar 180 m de desnivel positivo y que podemos completar en unas 2 h. Comienza desde el entorno de la plaza Rafael Ayerbe, donde hay que comprar un ticket de acceso, y sigue bajando hasta el Barranco de la Fuente por el que constituye el tramo más complicado de la ruta, y donde hay que tener cuidado para no resbalar.

Abajo, en las profundidades, comienza la fiesta cuando empezamos a caminar por la ribera del río y salvamos los tramos “imposibles” por pasarelas suspendidas sobre el agua, que en ocasiones llegan a tener 25 m de altura.

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Suelen arrepentirse los que vienen hasta Alquézar solo con la idea de hacer la ruta de las pasarelas del Vero y después marcharse. No es solo por los poderes magnéticos de su casco urbano arrebatador. Es que estas calles también son el origen de un buen montón de rutas que están perfectamente a la altura de la de las pasarelas… y además son gratuitas.

Es el caso del Camino Natural del Somontano de Barbastro, una propuesta en deliciosamente retorcida, como no podría ser de otra manera en la Sierra de Guara, planteada en tres etapas, de las cuales la primera sería una especie de hermana mayor de la ruta de las pasarelas.

Esta etapa llamada Alquézar-Colungo traza un circuito de 17 km (que podrían quedarse en 13 km si no hacemos el ramal final) pasando por joyas que se escapan a la ruta de las pasarelas.

Una son las Balsas de Basacol, los aljibes que abastecían de agua a la población musulmana original; otra es el espectacular Puente de Villacantal; y ya en el ramal entre Asque y Colungo, otra es el Puente del Diablo, una construcción sobre el estrechísimo barranco de las Gargantas que tiene un curioso tablero de 3 metros de espesor sobre un arco ojival, y cuya factura se antoja tan complicada que la leyenda se la atribuye a belcebú.

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Colungo es un bonito pretexto para descubrir otra de las más fascinantes facetas de la sierra de Guara. En el Centro de Arte Rupestre de Colungo descubrimos que el llamado Parque Cultural del Vero resulta que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por su colección de pinturas sobre roca con 20.000 años de antigüedad. Algunas las podemos visitar en sus excursiones organizadas.

Otras quedan solo para los buitres y los escaladores, escondidas en rincones inverosímiles de las paredes calizas de los cañones de Guara.

Con información de National Geographic

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