¿Por qué los arqueólogos temen abrir la tumba del primer emperador de China Qin Shi Huang?

Arqueólogos temen abrir la tumba de Qin Shi Huang por posibles trampas mortales descritas en antiguos textos chinos

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Guerreros de Terracota ubicados al este de la Tumba del emperador Qin Shi Huang|Foto: Pixabay
Los Guerreros de Terracota, ubicados al este de la tumba del emperador Qin Shi Huang. Foto: Pixabay

En las vastas llanuras de la provincia de Shaanxi, China, yace uno de los mayores enigmas arqueológicos de la historia: la tumba de Qin Shi Huang, el primer emperador que unificó China bajo su férreo mandato en el año 221 a. C.

A pesar de haber sido descubierta hace casi medio siglo, su cámara funeraria principal permanece sellada, custodiada no solo por un imponente ejército de terracota, sino también por leyendas de trampas mortales y ríos de mercurio venenoso. El temor a lo desconocido ha frenado incluso a los científicos, dejando a muchos en la incertidumbre y con el gran interés de conocer los secretos que puede ocultar el sepulcro después de 2.200 años.

Todo comenzó en la primavera de 1974, cuando un grupo de campesinos cavaba un pozo cerca de la ciudad de Xi’an. Sus palas chocaron contra algo duro: una cabeza de terracota. Lo que inicialmente pareció una simple curiosidad, pronto se reveló como uno de los hallazgos más importantes del siglo XX, un ejército completo de Guerreros de Terracota, cada uno con rasgos faciales únicos, dispuestos en formación de batalla para proteger a su emperador en el más allá.  

A medida que las excavaciones avanzaban, los arqueólogos descubrieron que este ejército era solo una pequeña parte de todo el mausoleo. La tumba principal, ubicada bajo un túmulo piramidal, permanecía intacta. Y aunque el sitio ha sido estudiado durante décadas, nadie se ha atrevido a abrir la tumba.

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Las primeras pistas sobre los peligros que acechan en la tumba provienen de los escritos de Sima Qian, un historiador de la dinastía Han que documentó la vida de Qin Shi Huang un siglo después de su muerte. Según sus relatos, el mausoleo es una réplica subterránea del imperio, con palacios, torres y ríos de mercurio que fluyen mecánicamente para representar el Yangtsé y el Río Amarillo. Pero lo más inquietante es su advertencia sobre trampas mortales:  

"Se les ordenó a los artesanos que fabricaran ballestas y flechas preparadas para dispararle a cualquiera que entrara en la tumba", escribió el historiador.  

Aunque muchos creyeron que estas descripciones eran exageraciones poéticas, la ciencia moderna  respaldó la versión escrita. En 2020, un estudio geoquímico reveló niveles anormalmente altos de mercurio en el suelo alrededor del túmulo funerario, lo que sugiere que las leyendas sobre los ríos de mercurio podrían ser ciertas.

El mercurio, utilizado en la antigüedad por sus propiedades reflectantes y su asociación con la inmortalidad, es extremadamente tóxico. Con los siglos, podría haberse filtrado a través de grietas, creando una amenaza invisible para quienes se atrevan a penetrar en la cámara sellada.  

Asimismo, las supuestas ballestas automáticas, aunque probablemente inoperantes después de dos milenios, representan solo una de las posibles trampas. 

La comunidad científica debate entre la necesidad de explorar y el imperativo de preservar. Por un lado, la tumba podría contener textos perdidos, tesoros inimaginables y respuestas sobre una de las figuras más importantes de la historia china. Por otro, cualquier error podría destruir su contenido.  

Cuando los Guerreros de Terracota fueron expuestos al aire, sus pigmentos se desvanecieron en segundos. Se especula que algo parecido podría ocurrir con los objetos orgánicos en el interior de la tumba, como sedas, documentos o incluso los restos del propio emperador, dañando de esta manera el material arqueológico. 

Técnicas no invasivas como escaneos 3D y radar de penetración terrestre han sido propuestas, pero hasta ahora ninguna ha proporcionado una imagen clara de lo que hay dentro. 

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