Dar y recibir amor

Escucho por Instagam al Dr. Juan Manuel Segarra que dice que el amor tiene que ser 100% altruísta, es decir, que tú des amor sin esperar nada a cambio. Que en el momento que tú esperas algo a cambio ya está interviniendo el Ego. Comparto esta distinción.

Sin embargo, dar siempre sin esperar a cambio no significa que no necesite recibir.

Cuando el otro me da, me está dando amor, y eso es lo que quiero, recibir su amor. No se trata de una transacción, se trata de la necesidad de recibir el amor de mi amado. No son conceptos que se oponen.

Doy con amor sin esperar una contraprestación compensatoria, pero lo que sí espero es sentir su amor en cualquier tipo de manifestación.

Te acompaño al 'shopping' y luego me acompañas al estadio”.

Es dar amor manifestado en una acción común y corriente, y esperar recibir amor de mi amado con la misma espontaneidad, porque no hay nada que me haga más feliz que darle amor y recibir su amor. Y eso, es equilibrio.

Considero que, cualquier cosa que no tienda al equilibrio finalmente se rompe o hace daño, incluido el amor a los hijos. Aunque, claro está que ese punto de equilibrio suele ser mucho más alto y flexible.

Cuando la dinámica del dar y recibir está instalada, hay lugar emocionalmente seguro.

Siento que soy destinataria de su amor y eso vuelve a motivar mi dar. Con alegría, sin urgencia, sin formato. Solo recibiendo el amor de quien amo.

En dimensiones sublimes del amor (Jesús, Madre Teresa) no se espera amor recíproco porque se recibe el amor del Ser superior.

Los simples mortales podemos acercarnos a ese amor. Para eso se requiere un alma elevada y sensible, mediante la cual nos separamos absolutamente del amor transaccional.

Entre otras cosas, porque somos capaces de relacionarnos con otros seres similares a nosotros, dejando atrás almas inmaduras o egoístas.

Se genera así un círculo virtuoso de amor en el que no es necesario pedirlo. Tampoco es necesario el reconocimiento por haberlo dado, porque mi amado me lo otorga generosamente.

El acto inicial o fortuito se retroalimenta con el acto recíproco del ser amado y se transforma en hábito, se transforma en una manera de vivir el amor.

Es una danza, dando y recibiendo, sin importar la forma que tome ese dar y ese recibir que nos alimenta y genera nuestra mejor versión; una versión de nosotros mismos llenos de amor.

Creer que no necesitamos recibir amor es un acto de omnipotencia.