Volatilidad: una de las claves para invertir en activos financieros

Podemos definir la volatilidad financiera como una medida para evaluar el riesgo de una inversión en particular y para fijar precios de activos

Libertad de Cátedra Javier Escribano
Javier Escribano
Javier Escribano

La mayoría de inversores cuando se enfrentan a la hora de invertir en cualquier activo financiero (renta variable, materias primas, renta fija/bonos) toman como referencia aspectos como su precio, que está “barato”.

Pregúntense el porqué ese activo financiero es barato y llegarán a una conclusión, o si les parece “caro”, háganse la pregunta inversa y obtendrán el mismo resultado.

Otros optan por el estado financiero, si hablamos de acciones de empresas, cada trimestre y/o anualmente, mirando su flujo de caja, si realiza recompra de sus propias acciones, el efectivo del que disponen para cualquier contingencia. En definitiva, su balance general, estado de resultados y de flujos.

Llegados a este punto se consideran analistas técnicos y miran los gráficos y compran simplemente porque tiene una tendencia al alza, el valor sube “hacia arriba” (SIC), sin descartar las “recomendaciones” de amigos, compañeros que te recomiendan un activo porque a ellos les “va bien”.

Sin embargo, la mayoría de inversores, práctica totalidad advenedizos, no se fijan en uno de los aspectos fundamentales a la hora de invertir en un activo, y es en su volatilidad.

La podemos definir como una medida para evaluar el riesgo de una inversión en particular, a la vez que se utiliza en la fijación de precios de los activos para medir las fluctuaciones en los rendimientos.

Es decir, cuando la volatilidad es alta los riesgos comerciales son mayores y viceversa. A su vez, cuando se utiliza la volatilidad en la fijación de precios de los activos financieros, puede ayudar a estimar las fluctuaciones que probablemente ocurran en el corto plazo.

En otras palabras, cada activo financiero tiene una volatilidad implícita por sus propias características, y dentro de los activos financieros como las acciones, la volatilidad puede llegar a ser explosiva, mientras que en las materias primas físicas, por ejemplo, como el oro o la plata está muchísimo más controlada.

Pongamos ejemplos gráficos para verlo más claramente. Imaginemos que invertimos en renta variable, en lo que se denomina en el argot un “chicharro”, que es una empresa que cotiza con valores que son muy baratos y con escasa liquidez en bolsa.

En un momento determinado, el propietario de la empresa decide hacer una ampliación de capital, lo que atrae al inversor. ¿Qué ocurre? Que esas acciones que no dejan de ser malísimas suben un 20% en una semana.

Todo fantástico ¿verdad? Pues no, al revés, porque el precio ha tenido una volatilidad tan grande, digamos un incremento de un 30%, que al ser un movimiento especulativo de la empresa, estadísticamente hablando, cuando el inversor ya está dentro, se produce un nivel de venta de acciones propias.

Esto se debe, entre otras razones, a que la volatilidad implícita que iba a tu favor se duplica al 60% en tu contra, por el movimiento violento de las ventas y también por el gran volumen de las mismas, con lo que todo lo que has ganado, ese 20%, en dos días has perdido un 40%. 

Porque la bolsa tiene un extraordinario elemento de especulación que depende mucho de lo que hagan las manos fuertes del mercado (aparte de la propia empresa, los grandes fondos de inversión e instituciones financieras, bancos, etc.) para poder “jugar” con tu dinero y quedárselo ellos.

Siempre hay una máxima en la bolsa, los tiburones se comen a los pececitos, pasó, pasa y pasará siempre.

¿Qué ocurre en la cabeza del inversor cuando ve que ganaba y ahora pierde la mitad en cuestión de días? Ganas de venganza, deseos de ludopatía, recuperar el dinero a toda costa aportando más capital, se acostumbra a las emociones porque le proporciona adrenalina y eso le da gasolina para apostar más fuerte.

El resultado se lo imaginan. Es pura psicología del trading. Al inversor emocional, como hemos visto, le barre del mercado. Literalmente. 

Sin embargo, si hablamos de materias primas físicas, como el oro y la plata, es totalmente diferente, porque no hay cabida de movimientos especulativos. Es pura oferta y demanda.

Es compra y venta, no condiciona el precio de esos activos, lo que hemos llamado manos fuertes, primero porque son activos históricos, cuyo rendimiento, a lo largo de la historia, siempre ha ido al alza, con sus correcciones periódicas, claro, porque si no las hubiera, estaríamos hablando de otros “chicharros”, y no es el caso.

Porque, si inviertes en oro y/o plata físicos - no en ETFS, que son instrumentos que cotizan en bolsa y replican teóricamente el precio de un activo como estos últimos,  no esperes ganar un 20% en una semana, irás consiguiendo rentabilidades/plusvalías como se demanda en un mercado sano, de forma escalonada, con subidas de un 0.5%, 1%, 2%, a veces más.

Pero esa subida escalonada evita que tengas, de repente, un Draw Down - racha de pérdidas - de un 40% en un abrir y cerrar de ojos, (porque sucede habitualmente que cuando está cerrado el mercado y se realizan movimientos llamados intradía - fuera de horas - no puedes vender y cae el precio al infinito en la apertura de la jornada bursátil siguiente).

¿La razón? Porque son activos que se mueven con una volatilidad baja y controlada, y que no puede haber movimientos especulativos, como en bolsa, porque no cotizan de la misma forma, sus características intrínsecas se lo impiden, no tiene nada que ver. 

Cuando un inversor quiera ganar dinero en activos financieros, que se olvide de las emociones, de los movimientos de precio violentos hacia arriba o abajo.

El objetivo de los inversores es ganar dinero, que es de lo que se trata, y va a ser un proceso muy aburrido pero muy rentable.

Ya lo dijo uno de los grandes analistas financieros de la historia, Don Benjamín Graham - mentor del mejor inversor de todos los tiempos, Don Warren Buffett-, “Si invertir es entretenido, si te estás divirtiendo, probablemente no estés ganando dinero”.

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